Ayer fui al Chuy.
¡Cómo me gusta ir al Chuy!
Ayer fui al Chuy con mi mujer, mi suegra, mi cuñada y mis hijas.
¡Cómo me gusta ir al Chuy!
Mi mujer me indicó en todo el viaje si podía adelantar a los otros autos o no podía hacerlo
-Ojo, que esa curva es grande.
-Tirate cuñado, que te sobra paño.
-¡Ahora, yerno, ahora!
-Papá, dejaste el señalero prendido.
-Ni se te ocurra hablar por el celular.
-Pegate más a la banquina.
-Hacele señas de luces.
-Atento que lo quieren pasar de atrás, no se distraiga, que acá va una veterana que quiere seguir cumpliendo años.
¡Cómo me gusta que me vayan diciendo como manejar hasta el Chuy!
Mi suegra me tapó a mate, me curtió a retos y no me dejó fumar en todo el viaje.
Mi cuñada no paró de comer bizcochos, de reirse a los gritos y de hablar mal del ex marido.
Mis nenas empezaron a pelearse; primero por la ventanilla, después por los jueguitos del celular, mas adelante porque una miraba a la otra y finalmente porque dejaba de mirarla.
-El mate tiene un gustito raro, doña- dije hablando hacia el asiento de atrás.- Está rico, pero raro.
-Le puse aloe vera, llantén, semillitas de lino y una ramita de ortiga... porque ando seca de vientre.
Antes de llegar a Rocha mi vejiga me avisó que hiciera un alto en el camino.
Cuando vi un matorral junto a la ruta me tiré para la banquina y antes de frenar me empecé a sacar el cinturón de seguridad.
-¡Ni se le ocurra!- dijo mi suegra adivinando toda la jugada- ¡Ni se le ocurra hacer chanchadas que están mis nietas!
-¡No joda doña, sus nietas son mis hijas!
-No- agregó poniéndome la mano fuerte en mi hombro impidiendo que me levantara- Aguante que ya llegamos.
Pasando Castillos paramos a comprar unos butiás.
Cuando mi suegra se distrajo, me fui en puntas de pie para atrás del kiosquito de tablas.
En el momento en que me disponía a evacuar...le vieja me sorprendió.
-Ramón ¿Me presta 50 pesos para el but.... ¡degeneradooo!
Guardé y seguí.
Como no podía fumar ni orinar, le di de punta a los butiá.
Al pasar por la Aduana saludé al funcionario, porque no se de donde saqué que con un saludo me podía hacer amigo y así evitar la revisada cuando volviera.
Como no me dio pelota, estacioné, me fumé un cigarro de una sola larga pitada y arqueándome con las manos en la cadera le dije fuerte:
-¿Ta bravo el calor, no?
-No- me dijo el tipo sacando unos segundos los ojos de un papel que estaba leyendo.
-Somos de Maldonado, andamos de paseo. Saqué a las mujeres un poco. Para que descansen....los que quedaron allá.
-Ah- me dijo el tipo sin dejar de leer el papel.
-Esta tarde vamos a pasar de vuelta, pero no vinimos a comprar nada.
Ni Hering, ni whisky, ni pilas, ni nada.
-Bueno.
-Somos de Maldonado- dije como buscando parientes en común.
-Si, ya me explicó- gruñó mirándome por encima de los lentes de aumento.
-¿Por qué no seguimos, yerno? No moleste al señor que está trabajando- dijo mi suegra arremetiendo desde atrás.
Miré al tipo como diciéndole "discúlpela señor, es seca de vientre" y giré en los talones.
-Andamos en viaje de placer- le dije cuando me iba, acalambrado, orinándome, con hambre, cansado y con dolor de cabeza- en viaje de placer, andamos.
El olor a alcohol del auto que iba adelante me terminó de marear y el primer lomo de burro me trajo a la realidad.
Dejé medio auto en el país hermano.
Mi suegra vio unas sábanas y al grito de "¡una Teka, una Teka a 300 pesos!" se tiró con el auto en marcha.
Algo me perdí porque mi mujer y las nenas ya la estaban esperando en la puerta del negocio mostrándole unas bombachas verde limón.
Estacioné y salí en busca de un baño.
"Sólo para clientes" me contestaban.
Entré a un comercio y pedí un refresco y algo para comer para cumplir con el trámite.
Guaraná caliente y Baurú frío.
Tragué con los ojos cerrados y pregunté:
-¿El baño?
-No tein baño- me contestó amablemente el morocho.
Ahora a mis intenciones de orinar se agregaban otras un poco más complicadas.
El butiá, el llantén, el baurú y el aloe vera empezaban a darse una fiesta en mi barriga.
Deambulando, disimulando y transpirando me encontré con mi suegra que me pidió la llave del auto para dejar 14 bolsas con ropa, calditos knor, sardinas, pasta de diente, pilas, azúcar, toallas y garotos.
Caminé con ellas y el resto de mi gente por media cuadra mientras les contaba de mis urgentes necesidades orgánicas.
-A punto de reventar- le dije a la vez que giraba la cabeza y me daba cuenta que le hablaba a un señor de barba negra que me miró con cara de "tranquilo, yo también perdí a mi mujer y ando hablando solo".
Un par de metros mas adelante vi que mi jauría de mujeres entraba a una tienda con baba chorreando por los mentones, la lengua afuera y los ojos rojos y desencajados atraídas por vaqueros de 800 pesos.
Vi que todos los maridos andaban hablando solos por las veredas.
Otros fumaban adentro de sus autos y yo los envidiaba; ninguno de ellos parecía estar orinándose o con diarrea.
Solo y sin baño me di cuenta que empezaba a caminar arrollado.
Me iba torciendo lentamente y la pera empezaba a tocarme las rodillas.
En eso escuché la voz de mi mujer que venía de adentro de otra tienda.
(Continuará)